miércoles, 19 de agosto de 2009

La melancolía (*)


Mas ¿adónde puede llevar el esfuerzo puro? A ninguna parte; mejor dicho, sólo a una: a la melancolía:
Cervantes compuso en su Quijote la crítica del esfuerzo puro. Don Quijote es, como Don Juan, un héroe poco inteligente; posee ideas sencillas, tranquilas, retóricas, que casi no son ideas, que más bien son párrafos. Sólo había en su espíritu algún que otro montón de pensamientos rodados como los cantos marinos. Pero Don Quijote fue un esforzado: del humorístico aluvión en que se convierte su vida sacamos su energía limpia de toda burla. "Podrán los encantadores quitarme la ventura; pero el esfuerzo y el ánimo será imposible." Fue un hombre de corazón; ésta era su única realidad y en torno a ella suscitó un mundo de fantasmas inhábiles. Todo alrededor se le convierte en pretexto para que la voluntad se ejercite, el corazón se enardezca y el entusiasmo se dispare. Mas llega un momento en que se levantan dentro de aquel alma incandescente graves dudas sobre el sentido de las hazañas. Y entonces comienza Cervantes a acumular palabras de tristeza. Desde el capítulo LVIII hasta el fin de la novela todo es amargura. "Derramósele la melancolía por el corazón —dice el poeta—. No comía —añade— de puro pesaroso; iba lleno de pesadumbre y melancolía." "Déjame morir —dijo a Sancho— a manos de mis pensamientos, a fuerza de mis desgracias." Por vez primera toma a una venta como venta. Y, sobre todo, oíd esta angustiosa confesión del esforzado: La verdad es que "yo no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos", no sé lo que logro con mi esfuerzo.


(*) Tomado de El Espectador, pág. 165-6, José Ortega y Gasset. Madrid: Salvat Editores, S.A. - Alianza Editorial, S.A. Madrid, 1970.
PD: Ilustración de Gustavo Doré.

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