Por Juan Zamudio
El angosto camino que conduce a la casa de David brota al noreste de Trujillo, en la campiña de Moche, al pie de las huacas del Sol y de la Luna. La calma que trasunta este espacio es un movimiento leve en la conciencia. Es fácil llegar a la casa de David, a la puerta cuelga un cartel con letras en vertical donde se lee ZOO. La combi te lleva con sólo nombrar el ZOO de Moche, me dijeron. Hoy ha salido, me dice su madre, pero me invita a conocer el mini ZOO donde David da refugio y cuida diversos animales, a los que pacientemente observo..., al rato una voz se hace cercana, es David, a quien conocí en una lectura de poesía en mayo del 2004 en la PUCP; desde entonces me inquieto su poética, la conexión de atisvos místicos-rituales de esa voz y los movimientos que ejecuta simultanemente, es decir, el ritmo que elabora va a la par con todas esas imágenes que crea. Iniciamos una conversa, lástima, mi reportera no funka. No hay problema, me dice, la hacemos a mano, por escrito; y empezamos a grafiar sobre la superficie del papel.
¿El acercamiento tuyo a la poesía sigue siendo el mismo después de la experiencia con este mini ZOO?
No, definitivamente no. Además yo no tengo un “acercamiento” con la poesía. Si realmente eres poeta no tienes acercamientos sino contacto total, experiencia plena, absoluta de la Poesía en ti, porque la Poesía es una fuerza viva, inteligente y sensible que según sus propios misteriosos designios se incorpora en el animal humano y lo trasforma. Justo por estas transformaciones, no sólo después del mini zoológico, sino de muchas otras experiencias, mi relación con la Poesía ha sido siempre diferente.
¿Qué tradición poética mantienes viva?
La verdad no sé bien. Yo no soy un literato de profesión exactamente, o algo así. A mí el fenómeno poético no me ha ocurrido exclusivamente en el plano de lo escrito, es decir, de lo literario. También la Poesía aflora en momentos de una oralidad elevada, en la conducta misma, en los sueños, en raptos inesperados de fuerza, de inteligencia, de locura, de visión. Esa, creo, es la tradición en la que me siento circunscrito, el de la verdadera Poesía, la que calma completamente tu vida, te la quita y hace su trabajo contigo.
¿En este espacio, Moche, has captado alguna persistencia oral, digo en la comunidad, como un acceso a lo divino?
No, aquí el muchik, la lengua de mis ancestros, ha muerto junto con la esencia de sus mitos y su cosmovisión. Ha quedado sólo una oralidad ecléctica, es decir, mitos no exclusivamente moches sino hispanizados, amalgamados a las culturas que vinieron de occidente. Justo como una mesa shamanica: la misma esencia curativa, trascendente, moche funcionado en una heterogénea comunión de elementos árabes, asiáticos, europeos y locales. Una oralidad así, como esta mesa shamanica, ecléctica, mestiza es la que conozco y me inspira.
¿Qué relación estableces entre la campiña de Moche y la urbe, Trujillo?
Para mí ha sido aliviador. Yo viví en Trujillo 10 años, luego estuve más de medio año en Santiago de Chile, que es una urbe problemática y estresada como Lima. De allí es que vine, no a Trujillo, sino a este caserío vecino a la ciudad que es la campiña de Moche con sus huacas, sus cultivos, su desierto, su río. Aunque con los problemas de todo nuestro país, definitivamente prefiero vivir aquí y ser útil aquí.
En los 90s existió una carga fuertemente urbana en la poesía, especialmente limeña, ¿no has tomado la urbe como motivo en tu creación poética?
Si lo he hecho. Precisamente como los Kloaka y los Neón yo me alimenté y admiré toda la balada horazerista de los 70s. Por eso mi primer poemario (Itinerario del alado sin cielo) además de una fuerte carga eilsoniana y de Carlos Oquendo de Amat, también es depositaria de toda la visión urbana que inauguró dolorosamente Hora Zero en el Perú.
En mi caso personal llegué de Casa Grande a Trujillo y me sentí como un pueblerino a pesar de ser casi adulto y de haber tenido un acercamiento paulatino a esta gran aldea. De eso justo tratan mis primeros poemas. Toda esa mierda citadina es tan hermosa y horrenda a la vez porque, definitivamente, sigue siendo la vida. Es la vida: la poesía como una permanente experiencia nueva, como un estado de la conciencia.
¿Qué ritos o técnicas son los tuyos para saberte pleno?
Toda la vida del poeta debe ser una invocación a la presencia de la Belleza. A veces la gracia viene y encarnas en un mundo maravilloso, fascinante, intenso, sabio. No interesan los elementos con que trabaje el individuo para acceder a la verdad, pueden ser experiencias idílicas, intelectuales, eróticas, filosóficas, imprecatorias, salvajes. No importan. Sólo se debe ser sincero: sincero con uno mismo, con la vida, con todo. Esa es mi disciplina, ser sincero, aferrarme a la fuerza invisible que va en ascenso... y amar, gozar, soñar y trabajar como bestia. En realidad soy un tipo ordinario.
Tomado de aquí.
viernes, 28 de mayo de 2010
David Novoa: "En realidad soy un tipo ordinario"
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