domingo, 25 de enero de 2009

Los cerros bajan


Por Miguel Ildefonso

Yo nací en 1970 en Lima, y viví desde entonces en una Urbanización llamada Apolo, en La Victoria, en la salida hacia San Luis, un poco allá de las faldas del cerro El Pino, cerca de La Parada. Desde pequeño la música fue el sostén de mi alma, me acompañaba a todos lados, ya sea oyéndola en casa, en las calles, o cantada por mí mismo. La música era el rock fundamentalmente, también las baladas en español, y algo de huaynos que mis padres escuchaban de vez en cuando, cuando el trabajo les permitía momentos de solaz o en alguna fiesta. Y en Apolo se oía lo mismo, además de salsa, que en los 70s era despreciada por las clases altas, hasta que vino Rubén Blades, y los pitucos empezaron a bailarla. La chicha era aún más marginal. Doblando la esquina de mi calle, estaba el Quinti, local mítico para el conocedor de este género musical que hasta el día de hoy sigue evolucionando. Y qué decir de Así Es Mi Tierra, otro local más grande, donde también se iba a bailar como los bravos, con cuchillo incluso, y que fue luego escenario de las disputas entre Los Shapis y Viko. Pero yo era pequeño, y la verdad que entonces no me gustaba tanto la chicha, excepto algunas canciones, y justamente las de Papá Chacalón. “!Cuando canta Chacalón, los cerros bajan!” Decían todos. Y recuerdo que con mi manchita de niños una vez fuimos a un local donde se hacían estas fiestas y que era del tío de mi amigo Marco Barahona, que quedaba en la av. México, más allá nomás del Así Es Mi Tierra. Vi allí a Chacalón por primera vez, y vi a los bailantes con sus pantalones acampanados, las camisas de cuellos anchos y abiertos, tomando cervezas hasta empezar con las broncas.

¡Qué tiempos! Lorenzo Palacios, conocido como Chacalón, es ya toda una leyenda urbana, símbolo de la transformación de la ciudad de Lima y las demás urbes peruanas. Sé que nació en el cerro San Cosme un 26 de abril de 1950, cerca del Hotel Lima en La Parada, donde vivió el pintor Víctor Humareda, otro de mis íconos a quien dediqué mi último libro. Hasta fue muy sintonizada una serie mal hecha que se hizo sobre su vida, allí se vio su paso por el grupo Celeste y su posterior consagración con La Nueva Crema. Chacalón representa toda esa fusión, ese sincretismo que nos caracteriza a los peruanos. El nombre de su grupo, La Nueva Crema, viene de Cream, grupo de rock de los 60s. Juan Rebaza fue el creador de “Soy Provinciano”, pero Chacalón también componía, y lo hacia muy bien. El más grande tema para mí, a mi gusto, es
Cruz Marcada, y allí él nos habla de su futura muerte.

Un viernes 24 de junio de 1994 muere Chacalón, recuerdo que me encontraba escribiendo una madrugada, no era tan tarde, y escuché en Radio Inca, que justamente estaba sintonizando, oyendo sus canciones, que él había dejado de existir. Fui a su velorio, y tal como su admirada Flor Pucarina, también fue velado y enterrado con una increíble cantidad de seguidores que lloraban y cantaban sus temas. Yo me quedé cantando con un vaso de ron “Cruz Marcada”: “Soy pobre muy bien lo sé/ soy pobre muy bien lo sé/ nací con tanta pobreza/ nací con tanto dolor/ en el mundo existe la envidia/ tampoco nada de paz./ No tengo nada que darte/ se burlaron de mi querer/ con lágrimas pido al cielo/ que alumbre mi camino./ Algún día yo he de triunfar/ pero antes llevaré esta cruz (bis)”.

Su tumba hoy es motivo de peregrinaje, en el que sus fieles le piden milagros, por ejemplo: “Chacalón, te pido por favor la salud de todos mis familiares y de todas las personas. Y que ojalá no repita de año. Te quiero: Yessenia Amoretti.” Otro: “Sr. Chacalon, hemos venido de tan lejos a visitarte, porq’ somos tus hinchas. Bendice a nuestra familia. Chimbote 01 de setiembre de 2006.” Otro más: “Somos tus hinchas, Marcelina, Elizabeth y Liolia con cariño. Venimos de Chorrillos, la 42, la zona mas brava.” Si quieren ir a pedirle algún milagro vayan a El Ángel, y es fácil de encontrarlo. Y yo sigo cantando, aquí en La Molina, donde ahora vivo, y en esta cabina de un pueblo joven llamado Los Pinos adonde mis pasos me han traído buscando cabina que no hay por donde vivo, y chiquillos haciendo bulla, y uno, quejándose o cansado de la música que ponen, pide “pon uno de Chacalón oe”, y sé que él vive aquí, Chacalón, y, parafraseando al poeta Enrique Verástegui en su poema a Giordano Bruno, yo vivo en él.

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